10 ene 2015

Pajaritos que vuelan sin alas.

Un día un colibrí nació en una jaula de papel. Una de esas que vistas desde dentro, parece imposible de romper, pero él  sabía que había una llave pequeña y más visible de lo imaginado para poder salir, motivo por él cual nunca se resignó a dejar de buscarla. No quería romper los barrotes, pues entendía que no todos los colibrís querían salir, aprender a volar y llegar a lugares lejanos. Por eso, durante años buscó, y cuando la encontró, la emoción de la partida fue abismal.  Mas advertido de los peligros externos, no pudo escapar a los mismos, sin embargo, era fácil encontrar situaciones seguras para tampoco sucumbir a ellos. Algunos lugares de los que visitó  también eran jaulas, ya no de papel, sino de barro, cartón…  las formas cambiaban pero la esencia se mantenía. Había otros tantos pajaritos viviendo en todo tipo de prisiones, que temían los peligros externos. Sin embargo, fue encontrando aves que también cambiaban sus jaulas, y siempre, huyendo de unas llegaban a otras. De repente buscando un destino libre de barreras y de tanto tiempo que lo soñó, cuando llegó a él, no creía que fuera real. Miraba por la ventana de su nuevo hogar, salía de él, caminaba y olía, sentía y miraba todo alrededor,  no había rejas, ni llaves que buscar, no había jaulas. La libertad se había instalado en él.