29 sept 2013

Lluvia de colores.


Muchas veces tendemos a esperar a que los colores nos lleguen solos, siempre y cuando demos por hecho que una gran variedad de los mismos es alegre y necesaria. París es uno de esos lugares donde no resulta precisamente fácil encontrarlos, por eso es tan agradable que lluevan sobre nuestras cabezas al pasear junto a los árboles que pueblan los rincones verdes de la ciudad.

Alguien tuvo una de esas ideas que luego se enmarcan en lo que otros definen como arte,
 sea abstracto, moderno o como se le quiera llamar. 


Punto y aparte al respecto.

Los colores del alma son como los de las ciudades, si no se encuentran con facilidad toca crearlos. 
¿Y si los sentimientos tuvieran colores? Tal vez lo sano sería ser capaz de pasar por todos ellos para que haya un equilibrio.
Esta ciudad de pronto nos sorprende con un sol deslumbrante que con un día blanco y todavía, por suerte, verde vertical, así que bueno, disfrutemos de lo que implica que cada día destaquemos en rojo, azul, verde o amarillo, pues no olvidemos que el resto, siempre estarán ahí aguardando su momento para salir. 
Esperemos. 





12 sept 2013

El cronómetro vital.

Viajar es un placer amargo de esos que ofrece la vida, y que tanto merecen la pena.

Nos encontramos en una cuenta atrás continua donde un "tic-tac" nos indica que el tiempo expira. 
Expira el paisaje, una conversación, el olor, la risa, el abrazo, una lágrima... 
 Persiste el recuerdo y un sentimiento alegre, triste, enojado, confuso, iluso.
 Cuesta tanto romper y empezar, y sin embargo ahí estamos, moviéndonos de aquí para allá, conquistando corazones y disfrutando de ellos, para al cabo de un tiempo, decir adiós, tal vez de una semana, de un mes, de un año, de una vida... Ese adiós que nos parte el alma y nos obliga a aferrarnos al sentimiento que nos genera su recuerdo.

Todo cambio tiene un principio, el cual va cargado de mil emociones y sensaciones. Las primeras experiencias  quedan grabadas como si de fuego se trataran. No es fácil olvidar esa primera cara que te ayuda a entender una máquina de metro y te traduce carteles que no entiendes. Tampoco la primera persona que logra sacarte una risa seria, no una de esas de una situación graciosa, sino de una carcajada real que llena tu alma de alegría, te carga pilas y te lleva a decir, "ché, este lugar mola". Y es que si de algo tiende a hablar el ser humano es de todo aquello primario; la primera palabra, paso, el primer día de cole, piscina...  Y resulta gracioso, pues es como si después, el desarrollo no importara. Sin embargo, en éste, hay muchas otras primeras cosas que no se olvidan, ya sea una confesión, una ilusión, un sueño o un te quiero.
Y de repente, ese desarrollo toca un punto final, el cual antes, parecía todavía un año por vivir y que de repente, se convierte en lo que nos pasó hace años.

Es bárbaro como nos va comiendo el tiempo de lo único imprescindible para vivir, la vida, pero más bárbaro es regocijar recuerdos de experiencias que a diferencia de la vida, nunca expirarán.




Un horizonte con nubes acechando el porvenir de vivencias maravillosas, que nos recordarán cada día que los miedos no existen, sino que se crean.


P.D. Dedicado a todas aquellas personas que compartieron, comparten y compartirán mi vida, ya sea de grandes, pequeños o"insignificantes" momentos.